De cómo engañar el hambre; es el sino del pobre; y de siempre se han “amañao” las cosas (en la cocina) [de ahí “cocinica”: persona que anda metiéndose en más “fregaos” de los que le correspondieran] Así van las cosas por aquí.
Fuera bromas, andamos mal, pero no tanto. El caso es que nuestra amiga y compañera Julieta nos había prometido esta "faena" y como la chica es mujer de palabra (y "de las de armas tomar" -por lo competente que es-). Dicho y hecho.
Es un acto “primitivo” que, el que algo entre por el ojo, hace mucho; y así que, en este arte de “colocarla”, sigamos el dicho de “caballo grande, ande o no ande”.
Con un “puñaíco” de harina, unos 800 gr. -más o menos-; sobre y medio de levadura de pan (tipo Royal); la cantidad de sal conveniente, como quien dice “a ojo de buen cubero” y, unos 150 gr. de mantequilla…. Después de esto, dos vasos de agua tibia.
Y ¡hála!, a “meterse en harina”.
A amasar. ¡Bueno, cuando decimos amasar, entendamos que laboriosamente vamos a darle un trasiego y un sobeteo de “mil pares”!; a razón de tres extendidas y una recogida con el fin de airear y replegar.
Y del buen extiende y recoge, bien mullida la masa, la dejamos descansar de 30 a 50 minutos.
Tras el reposo, procedemos con pequeños pellizcos de masa a hacer tortitas con las que recubriremos trozos de chorizos. Y volvemos a dejar reposar, a la espera de introducirlos en el horno.
La cocción terminará por fraguar el engendro, y aún calientes, recién sacados de la lumbre –como quien dice- supone un bocado sencillo, sabroso,
y exquisito.
¡A ver, a ver!, que es este aula se trabaje "mirando al plato" no indica que "toda la programación" centra sus contenidos en elementos digestivos... las competencias llevan estos "procesos" apetitivos, que culminan los procedimientos "constructivos". A los chavales les gusta satisfacer las conductas terminales, preguntando ¿y esto para que sirve?
Quedémonos con la siguiente reflexión: En nuestra realidad, si no controlas los procesos no garantizas los proyectos.
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