Andalucía
es un solar en la península meridional del poniente europeo que a lo largo de
los tiempos ha servido de hogar a muchos pueblos, de tal manera que, por sedimentación, maceración y maduración de “genes
mitocondriales”, hemos venido fermentando y generando una identidad genuina y
propia. Y por ello que nuestra Andalucía se enclave en un territorio
eruptivo en cuanto al amasado de culturas.
Aceptando
que las delimitaciones oro-topográficas marquen “definiciones diferenciales”
entre unos pueblos y otros, lo cierto es que la proximidad siempre propiciara
la vecindad, y como vecinos, unas veces bien allegados y otras enemistados,
pero siempre participes de una común historia.
Y
así de siempre, desde el prototiempo de
los IBEROS y su rio Iber, -topónimo del rio Ebro- y a éstos merodearan los CELTAS, unos por unas zonas y otros por
otras y la intermedia, pues el roce hace el cariño, dando paso a la fusión, los Celtíberos.
Años
así, cuando incursionaran LOS FENICIOS
o filisteos, que por pagar impuestos al imperio persa, comerciaban por el
Mediterráneo, y aquí vinieran desde su Medio Oriente a hacernos trueques y
tratos, y tratándonos acabamos.
De
aquellos, sus primos de CARTAGO, y
tras éstos, allá que nos vinieran las Legiones de ROMA, por el 219 antes de la era, desembarcando Escipión en
Tarraco. Y al final, tras varias gestas de valor probado, asediada Numancia, sitiada
Sagunto, rendida Cartago Nova, tras mucha sangre vertida y dolor padecido terminamos
siendo colonia y provincia romana.
Con
Roma, no sólo romanos, que los que más vinieran para quedarse eran enrolados legionarios
de todos los confines del Orbe entonces conocible. Buena
amalgama tenemos y aún apenas iniciados…
Por la razón que fuera, el sur estaba más “urbanizado”, y en Cádiz se
situaran los Gálvos, a Itálica y Corduba otros pretores y cónsules se
asentaron, y a esta zona, Bética denominaron dentro de la Hispania, ya Ulterior
y Citerior… y a su estilo y antojo crearan Caesarea y Emérita Augustas
-Zaragoza y Mérida-… y otros muchos asentamientos y poblaciones según
conveniencias para acomodo de residencia.
Cuando
los romanos se aburrieron otros al lugar vinieron. ¡Ojo!, llegaron porque otros
por detrás empujaron… Bueno, y así aparecieran los bárbaros que no eran otros que germanos [los mismos
de “made in germany”]: suevos, visigodos, alanos y vándalos… Y la
parcela peninsular se repartió de nuevo para los jefes, que la población se
entremezclaba y para adelante tiraba [Curioso resulta …los
filólogos cuentan que de aquí nos vienen esas /rr/ fonéticamente tan vibrantes].
Como los Suevos la zona Gallega eligieron y los visigodos la parte de las
mesetas, los alanos y vándalos al sur se vinieron y a ambas partes del estrecho
se quedaron… de aquí, que ya a sus tierras dieran nombre de Vandalucía.
Con política de mestizaje y vasallaje se va
configurando nuestra tierra y por trifulcas de ambiciones y desacuerdos,
rencillas y traiciones dentro del reino visigodo, aprovecharan los árabes -pues
de Arabia venían los jefes en expansión santa-, para invadirnos -una vez más- con
tropas mercenarias norteafricana y así acceder a este plantel de rosas.
Era
el 711, vinieron todos los hijos del desierto que quisieron, y en el Al-Ándalus
creyeron encontrar el propio paraíso prometido. Al Betis, de la romana Bética,
su nombre cambiaron, ahora será gran rio y por ello, Guad-al-Quivir llamaran.
Unos
781 años los del Magreb gobernaron partes, que no todas, y lo mismo que
“llegaron”, acabaron… Pero no acabaron, que en los muchos apellidos, por
vestigio, se confirma su presencia… Desaparecerán “sus jefes” pero las gentes
permanecen… y ¡vaya si permanecemos!, y sus palabras, sus costumbres, sus
gustos, haceres y quehaceres ya en el arte de la agricultura, de la cocina, de
la alfarería, la joyería, la taracea, la misma construcción y modos de
urbanizar, también en el mismo cante, hondo y jondo… y en nuestra idiosincrasia y psicología.
La
reconquista cristiana será una lacra muy dañina para la identidad andaluza pues
impondrá el latifundio, al tomarse la
tierra conquistada como regalía, creando en la población ocupada y
ocupadora una mano de obra barata y servil, casi esclava, y será esta
organización social la base de una injusticia y de la injusticia la
rebeldía…
En manos de señores estaremos
sujetos a la tierra -status de siervos de la gleba, como en el medievo- hasta
que ya en el siglo XIX, se empieza a ver las cosas de otros modos,
probablemente por esas ideas liberales fraguadas en el XVIII y zarandeadas
entre las Cortes de Cádiz y la frustración de esa monarquía absolutista… El
hecho es que en las costas andaluzas vienen a asentarse grupos ingleses,
holandeses y franceses, también italianos, que copan un tejido social en las
capitales, Huelva y sus minas, el comercio de vinos y otros productos de la
tierra e indianos, de Cádiz, Málaga y Sevilla…
No
vamos a olvidar aquella rebelión nobiliaria que intentara fragmenta el Reino,
más bien feudo, de las Españas, allá por el año 1641 cuando el IX Duque de
Medina-Sidonia desafiara a su primo Felipe IV contando con supuesta ayuda de
Portugal, Holanda y Francia, pero que, buscando Portugal su libertad propia, dejó
al Duque sin auxilio, yendo éste a parar a la cárcel, y pagando las costas… Grande era el feudo ducal que alcanzaba
hasta el sur de Valencia, según se custodian legajos en la Casa Ducal en Sanlúcar,
donde se registran pleitos de este extenso territorio en esta corte resueltos.
En
este ambiente surge en los comienzos del XX la obra y lucha de Blas Infante, reivindicando
desde una visión “nacionalista” la reestructuración de la sociedad andaluza, lo
que implicaba la reforma agrícola y
la inherente consecuencia del reparto de
tierras para mejor explotarlas y resolver la endémica pobreza y “abulia” de
una abundante mano de obra asentada en grandes poblaciones muchas veces
chantajeada y condenada a jornales como limosna a su
sumisión…
Aún
se sigue padeciendo estas secuelas… y de ahí la constante y presente
emigración, que ya es costumbre… hoy el
Partido Socialista “Andaluz”, al igual que el Partido Popular “Andaluz” han
engullido este sentimiento de unidad e igualdad, anonadando las fuerzas de este
sentir. La institucionalización “política” ha elaborado una macedonia de
fuerzas anodinas, haciendo que ninguna fruta sepa al sabor de su pulpa… ¡Y en éstas andamos!
¡Por conmemorar, conmemoramos!, pero, ¿qué exaltamos?
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