... lo desquiciadamente "mágico" en el trabajo literario …

miércoles, 22 de abril de 2020




Una reflexión para este día, 23 de abril:

El recurso embriagador de lo desquiciadamente "mágico" en el trabajo literario …







          Recordando como en “El sueño de una noche de verano” se sirviera de un encantador brebaje para confundir sentimientos entre los intrigantes partícipes. Considerar también que por efecto de un fuerte narcótico se durmiera Julieta haciéndola pasar por muerta; que, al padre de Hamlet, le envenenaran vertiendo un tóxico destilado en su oído, … Además, la enajenación de los celos, la ambición desmedida, … esos resortes pasionales que subyacen como factores predisponentes, determinantes y desencadenantes de los desenlaces dramáticos … Recursos intrigantes en el nudo de la construcción de las argumentaciones levantadas por Shakespeare en la mayor parte de sus obras.



       Pero también recurre nuestro Miguel de Cervantes a estas casualidades externas como “por el mucho leer”, perdiera el sentido del buen gobierno y la cordura, o por el exceso del mucho Sol, -posibilidad real-, su sesera se trastornase; o por las argucias y patrañas, enmarañar y confundir los sentidos, bailando con movimientos las disquisiciones alteradas con ruidos, soplos intensos, cuales alucinamientos …



Así parece que toda obra para llegar a ser atrayente ha de gozar con embriagadores recursos. Y aquí hemos de advertir que, dado que la muy Santa Inquisición persiguiera todo lo relacionado con brujerías en las Españas, nuestro autor castellano ha de disimular y enmascarar la ensoñación de un alucinado viaje, así que recurre a una infantilización de la aventura, jocosa y ridícula. Si lo que pretendiera era obtener el encantamiento de lo mágico, no puede recurrir a la magia de los ungüentos, pócimas y elixires… sin despertar sospechas y ponerse en riesgo. En su lugar acude a la imaginación del propio lector para resolver tamaña aventura, cuando cabalgarán los dos protagonistas sobre la montura de Clavileño.





       Y alcanzándonos a nosotros mismos, preguntémonos como participes. ¿Cuándo, las sombras no crean sueños, y los oníricos pasos llevarnos a nuestros turbios miedos? ¿Cuándo los confusos reflejos dan formas a cuerpos extraños que guardados en la imaginación asoman tras nuestras emociones denigradas? Los lapsus, los fallos en asociaciones con recuerdos pasados, las mismas pesadillas de augurios creíbles o presagios ligados en nuestros argumentos mágicos … nuestras convicciones y ficciones transmisibles del pasado por otros contados y en nuestro pensar reelaborado. Ellos avientan, crispan, mueven y airean nuestras almas y espíritus.



      

       Así llegamos a la conclusión que somos capaces de creer en aquello que somos capaces de asumir. Si rechazamos planteamientos, nunca podremos creerlos. Normalmente siempre absorbemos las ideas una a una, y las partes, luego las engranamos como un todo. Así mediante el “reconocimiento de patrones”, creemos localizar el siguiente dato en una secuencia, siempre que dispongamos del “patrón” que los engrama. Nuestro pensamiento hay quienes lo compara con el tapiz o la alfombra, en la que la organización de los hilos y colores son los que crean la figura respecto del fondo, cual Gestalt de la percepción individual y elaboraciones mentales de una sociedad.



       Por esta razón y concluyo, detrás de las obras imperecederas, en nuestro caso literaria, se da una conexión con el entramado de un “inconsciente colectivo” que se retroalimenta permanentemente en el tiempo, porque hila con las fibras de las emociones que todos llevamos dentro…





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