Una reflexión para este día, 23 de abril:
El recurso embriagador de lo desquiciadamente "mágico" en el trabajo
literario …
Recordando como
en “El sueño de una noche de verano”
se sirviera de un encantador brebaje para confundir sentimientos entre los
intrigantes partícipes. Considerar también que por efecto de un fuerte
narcótico se durmiera Julieta haciéndola pasar por muerta; que, al padre de
Hamlet, le envenenaran vertiendo un tóxico destilado en su oído, … Además, la
enajenación de los celos, la ambición desmedida, … esos resortes pasionales que
subyacen como factores predisponentes, determinantes y desencadenantes de los
desenlaces dramáticos … Recursos intrigantes en el nudo de la construcción de
las argumentaciones levantadas por Shakespeare en la mayor parte de sus obras.
Pero
también recurre nuestro Miguel de Cervantes a estas casualidades externas como
“por el mucho leer”, perdiera el sentido del buen gobierno y la cordura, o por
el exceso del mucho Sol, -posibilidad real-, su sesera se trastornase; o por
las argucias y patrañas, enmarañar y confundir los sentidos, bailando con
movimientos las disquisiciones alteradas con ruidos, soplos intensos, cuales
alucinamientos …
Así parece que
toda obra para llegar a ser atrayente ha de gozar con embriagadores recursos. Y
aquí hemos de advertir que, dado que la muy Santa Inquisición persiguiera todo
lo relacionado con brujerías en las Españas, nuestro autor castellano ha de
disimular y enmascarar la ensoñación de un alucinado viaje, así que recurre a
una infantilización de la aventura, jocosa y ridícula. Si lo que pretendiera
era obtener el encantamiento de lo mágico, no puede recurrir a la magia de los
ungüentos, pócimas y elixires… sin despertar sospechas y ponerse en riesgo. En
su lugar acude a la imaginación del propio lector para resolver tamaña
aventura, cuando cabalgarán los dos protagonistas sobre la montura de
Clavileño.
Y
alcanzándonos a nosotros mismos, preguntémonos como participes. ¿Cuándo, las
sombras no crean sueños, y los oníricos pasos llevarnos a nuestros turbios
miedos? ¿Cuándo los confusos reflejos dan formas a cuerpos extraños que
guardados en la imaginación asoman tras nuestras emociones denigradas? Los
lapsus, los fallos en asociaciones con recuerdos pasados, las mismas pesadillas
de augurios creíbles o presagios ligados en nuestros argumentos mágicos …
nuestras convicciones y ficciones transmisibles del pasado por otros contados y
en nuestro pensar reelaborado. Ellos avientan, crispan, mueven y airean
nuestras almas y espíritus.
Así
llegamos a la conclusión que somos capaces de creer en aquello que somos
capaces de asumir. Si rechazamos
planteamientos, nunca podremos creerlos. Normalmente siempre absorbemos las ideas una a una, y las
partes, luego las engranamos como un todo. Así mediante el “reconocimiento de
patrones”, creemos localizar el siguiente dato en una secuencia, siempre que
dispongamos del “patrón” que los engrama. Nuestro pensamiento hay quienes lo
compara con el tapiz o la alfombra, en la que la organización de los hilos y
colores son los que crean la figura respecto del fondo, cual Gestalt de la
percepción individual y elaboraciones mentales de una sociedad.
Por
esta razón y concluyo, detrás de las obras imperecederas, en nuestro caso
literaria, se da una conexión con el entramado de un “inconsciente colectivo”
que se retroalimenta permanentemente en el tiempo, porque hila con las fibras
de las emociones que todos llevamos dentro…
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